martes, 6 de abril de 2010

TORRE LA SAL (RIBERA DE CABANES) Y EL INFLUJO DE IRTA

AVENTURAS EN LA COSTA DE CASTELLON. MAR Y MONTAÑAS.  Este verano nos vio pasar, caravana en ristre, camino de la costa de Tarragona: nos instalamos en el fabuloso camping Sangulí y disfrutamos de la arbolada sombra y la paz relativa que sólo una abundante, pero muy silenciosa, población de holandeses y teutones es capaz de proporcionar. Elegimos este destino por recomendación de unos amigos y también (confieso que para mí fue lo más importante) para situarnos estratégicamente cerca de los Pirineos, que visitamos después, vía Barcelona-Alt Berguedá, instalándonos finalmente en la remota, mínima y muy pintoresca localidad de Gósol, bajo la impasible mirada del Pedraforca. De modo que desde ese bonito mes de Agosto repleto de aventuras caravaneras, no habíamos vuelto a verle el amable rostro al Mediterráneo. Hoy lo vemos con las playas atacadas por el invierno (que ha sido especialmente crudo incluso por estos lares); es decir, con la imagen clásica de los extensos y pacíficos arenales reducidos a la mínima expresión. Son los cantos rodados y pulidos por la marea, hoy, los que constituyen el material de la playa, cuando no la roca desnuda y afilada en la que rompe, todavía, un mar austero, sin concesiones a esa estampa tradicional que se vende en las agencias de viaje. Pero incluso así, de esta guisa poco amable, afectado aún por la resaca del invierno, el Mediterráneo no deja de ser el mar benéfico y colorista que alegra estas costas sobre las que a pocos km tierra adentro lanza la adusta, seca y agria meseta de iberia sus quebradas y pilares rocosos en forma de montañas. Allá en los mil metros de altitud se encuentra, agazapado, el desierto frío de Teruel... Y algo más al Sur, detrás de Valencia y sus fabulsosas vegas de naranjos y arrozales, Cuenca y Albacete...




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